El tercer largometraje de Jonathan Glazer (Sexy Beast, 2000 – Birth, 2004) es una cinta de ciencia ficción, drama y psicológico que tiene virtudes excepcionales en cuanto a la construcción estética y estilística. No conforme con ello, nos presenta el mejor papel de Scarlett Johansson, quizá desde Lost in Translation.
Inspirada en la novela del escritor holandés Michel Faber, de título homónimo, el filme tiene la siguiente premisa: una alienígena habita bajo la piel de una seductora mujer (Scarlett Johansson), que dentro de su camioneta se la pasa cazando a tipos que encuentra por las calles, estacionamientos o playas para después invitarlos a su “casa” y matarlos de una manera por demás tétrica.
Desde la primera escena, que representa la formación sustancial de un ojo, hay integrados en sí momentos de altísimo nivel estilístico en cuanto a las formas geométricas y al significado de la infinidad del ser humano que Glazer intenta proyectar en el espectador. La protagonista absoluta es Scarlett Johansson, a quien ya habíamos visto en cintas como Her o Don Jon. En la primera hace sólo la voz y con ello es capaz de enamorar; mientras que en la segunda funge como una suerte de mujer cachonda y hueca como sacada de Jersey Shore. En ambas, el común denominador es que también, al igual que en la cinta de Glazer, Johansson utiliza como arma principal su belleza física o sonora. Sin embargo, en Under the Skin, Johansson es bella pero no se siente como un objeto alcanzable; el ideal de belleza es terrenal.
Glazer atinó bien en poner a Scarlett en ese papel. Tiene un registro perfecto para la cinta. Es inusual verla en una cinta como esta, en donde no sólo sabe manejar su cuerpo de acuerdo a lo que vemos en pantalla, sino que crea un personaje profundo. Desde mi punto de vista, ningún director, excepto Sofía Coppola, había sacado provecho tan claro de Scarlett. O al menos de una manera tan redonda.
El uso de las cámaras hace que la narración fluya de manera muy ligera cuando la película no lo es en lo absoluto. Los planos abiertos son reflejo de la debilidad humana. Los vemos así en las escenas en el mar, mientras se ahoga una mujer y un hombre queda inconsciente. O bien cuando “ella”, la protagonista, camina por la acera sin rumbo fijo. Ya que hablamos de planos abiertos, podemos ver en la primera mitad de la cinta cómo el personaje de Johansson, convertida en brunette, despampanante, comete el acto de asesinar a sus invitados partícipes del acto carnal de manera individual. El modus operandi es tétrico: una caminata sobre un negro líquido en donde sus víctimas se ahogan intentando alcanzar un preciado premio. La conjunción sonora con lo que vemos en pantalla es alucinante. Hipnotizante. Es horroroso y bello a la vez.
El guion corrió a cargo de Walter Campbell. Curiosamente, la mayor fuerza de la cinta radica en las imágenes y no en los diálogos; imágenes que, con la fotografía de Daniel Landin, potencian su impacto en el espectador. La belleza del alienígena hace un contraste pútrido con las calles escocesas; tan pútrido que sólo un londinense como Glazer pudo plasmar. Después de un asesinato frustrado, el personaje de Johansson tiene una crisis de identidad que remite a aquellos personajes del cine del expresionismo; la creación de Victor Frankenstein, por ejemplo. La fragilidad que se esconde bajo la piel del alienígena queda al descubierto.
Y ya que hablamos de referencias, es imposible no remitirnos a Lynch: desde la secuencia en el automóvil con el hombre deforme, que sin duda nos recuerda a El Hombre Elefante, o bien la secuencia mientras Johansson está a punto de tener relaciones sexuales, referencia estética a Lost Highway, o la sangre desbordante a lo Kubrick. Lo importante no es que haya una referencia a Lynch; lo importante es que sea bien lograda y que sea hecha de manera que se sienta como una idea fresca y original. Querido lector, lo invito a ver Under the Skin, no se arrepentirá.
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