The Revenant

En 1823 Hugh Glass, un fronterizo explorador y cazador norteamericano, arrastró su cuerpo brutalmente a través de cientos de kilómetros en una atmósfera totalmente adversa, tras ser mutilado por un oso pardo y haber sido declarado muerto por sus compañeros de viaje. Esa leyenda de sobrevivencia pronto se propagó por todo el país. Aunque existen pocas evidencias para dar como verídica toda la odisea, la figura de Hugh ha sido un estandarte más del orgullo norteamericano. El más reciente trabajo de Alejandro G. Iñárritu, The Revenant, es la adaptación cinematográfica de la novela homónima escrita en 2002 por Michael Punke, basada en la historia real de Glass.

El guion de la cinta está basado parcialmente en la historia que les acabo de mencionar. The Revenant comienza con una escena donde observamos a un grupo de cazadores de pieles cargar los frutos del trabajo veraniego a una barcaza que preparan para empujar por el río Missouri, cuando de repente una lluvia de flechas es lanzada desde el bosque, seguida por la llegada de un grupo de indios Pawnee que atacan a los cazadores. La escena es impecable.

Un punto climático de la cinta (y no es spoiler) es la tan comentada pelea entre Leonardo DiCaprio y el oso; a partir de ese momento el infierno y la sed de venganza de Hugh Glass darán el tono de mitificación a la película. Argumentalmente, el filme más allá de mostrar los estragos de osadía, bravura y violencia del protagonista, falla cuando el argumento intenta por sí mismo comunicar algo más allá de la experiencia de supervivencia; sin embargo, el director se apoya en la parte estética para congraciarse con el espectador.

Iñárritu, en colaboración por segunda vez con el director de fotografía —un sin igual— Emmanuel Lubezki, logra ofrecer un manifiesto que presenta una visión distinta del cine puro y las potencialidades del medio, además de servir para que Iñárritu vuelva a la introspección de sus personajes como en cintas anteriores (Biutiful, 2006 / 21 Grams, 2003). Los espacios abiertos y sofocantes se combinan principalmente con la falta de sofisticación en la narración en su conjunto, ya que la película contiene los intentos de transmitir lazos genuinos entre los dos rubros narrativos, pero estas piezas simbólicas se sienten extrañamente forzadas. Los impresionantes efectos visuales no respaldan la sustancia.

El apartado fotográfico, sin duda, es lo más impresionante de la cinta. La destreza y estética proyectada en algunas secuencias hacen de The Revenant un apabullante espectáculo visual. Sólo basta recordar la secuencia inicial para entender de lo que hablo. (Si a esto le agregamos las interminables horas de rodaje, en donde coreografías completas eran repetidas una y otra vez bajo el abrigo del frío extremo, a cierta hora de la tarde/noche y con la luz natural —la cual es la luz más difícil de fotografiar y que Lubezki dominó de manera brava, ya sea en Canadá o en La Patagonia—, el trabajo del cinefotógrafo mexicano adquiere una relevancia mayor).

Una de las cosas que han definido a González Iñárritu es saber explotar el potencial histriónico de sus actores a disposición, y este largometraje no es la excepción: Leonardo DiCaprio, y su batalla contra (o por) el Oscar, frente a lo imposible como en la misma The Revenant, parece que terminará pronto; a su vez, Tom Hardy apela a otros papeles memorables como en Bronson (2008). Nada que reprochar.

Existe cine para todo tipo de público, pero lo anterior es sólo una ejecución más del quehacer cinematográfico hecho con cuidado y devoción. Tener los millones necesarios para recrear una época o una situación simplemente no debería ser una excusa para atraer a millones de espectadores a las salas de cine, debería ser la excusa perfecta para transmitir sensaciones y emociones, y The Revenant lo logra con el apartado visual. Este último filme de G. Iñárritu ofrece un punto de entrada fascinante para reexaminar la frontera norte estadounidense, el racismo, la venganza y los lazos familiares, y no sólo por las condiciones inusuales de su filmación; temas que quedarán a consideración de cada espectador.

The Revenant, agresiva, violenta, pero a la vez apacible y contemplativa; tiene la mesa servida para llevarse una buena parte de galardones en la siguiente entrega de los premios de la Academia. Iñárritu podría llevarse de manera consecutiva una segunda estatuilla y Lubezki un tercer premio… de manera consecutiva. Las estadísticas y las apuestas estarán a la orden del día, en algo que parece, está más que cantado.

Mtro. En Historiografía y cinéfilo.

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