THE PUNK SINGER (2013)

Documental dirigido por Sini Anderson en el que se hace un recuento de la carrera como cantante y líder feminista de Kathleen Hanna. Es una exposición de sus confrontaciones con la prensa, un retrato intimista de sus relaciones personales y un desgarrador testimonio de su lucha contra la enfermedad de Lyme.

Cuando vi el documental en el marco del festival Distrital 2013, no sabía qué esperar, así que fue una verdadera sorpresa. Tomando como base la recapitulación de la carrera de Kathleen, se exponen las dificultades a las que tuvo que enfrentarse debido al estilo punk de Bikini Kill —su primera banda— y su “integración” al movimiento popular noventero riot grrrl. Desde los años noventa, la cantante estadounidense destacó en el mundo de la música por su aguerrida voz, su presencia en el escenario y las letras de sus canciones, que en Bikini Kill detonaban durante los conciertos en vivo. Con el tiempo, Hanna se consolidó como una líder del movimiento feminista en Estados Unidos y, posteriormente, a nivel mundial.

El dance-punk de Le Tigre —banda posterior de la singular vocalista— es el punto de partida para la segunda parte del documental. La narrativa cambia: de la vida pública que vimos en la primera mitad pasamos a la intimidad de Kathleen en el marco de las consecuencias que la enfermedad de Lyme acarrea, una enfermedad silenciosa y difícil de diagnosticar. Así, no sólo asistimos a la historia de una vida, sino también a la de una generación que podemos ubicar en Seattle, representada en el grunge femenino de la tercera ola feminista. Elementos coyunturales que proyectaron la figura de Hanna.

Narrativamente, Anderson conjuga un dinámico collage de fanzines, presentaciones en vivo, videoclips y notas periodísticas.

En su totalidad, este documental es profundamente intimista. En lo personal —y sé que muchos no estarán de acuerdo conmigo— no me gustó, principalmente por la forma en que cierra. Aunque parece que se intenta dar una lección de vida a través del esfuerzo de Hanna por mantenerse activa pese a su enfermedad, el discurso final de Kathleen lo echa a perder. Se muestra intolerante a la opinión de los demás, cerrada al diálogo. Por ello, creo que la intención de conmover no termina de surtir efecto en el espectador.

Sin embargo, lo entiendo: al final, eso es el feminismo también; radicalidad. El feminismo no muere, ni siquiera cuando te deja postrado en una cama, inactivo en la vida pública. El feminismo vive y se nutre de las peripecias que enfrenta. Kathleen Hanna es prueba de ello.

Mtro. En Historiografía y cinéfilo.

Be First to Comment

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *