La ciencia ficción y el melodrama romántico se juntan para presentar un filme cargado de imágenes emotivas y poco convencionales.
Perfect Sense (2011) es un largometraje dirigido por David Mackenzie (Galyntine, 2005; Starred Up, 2013). La premisa es muy sencilla: en determinado momento se tiene registro de la pérdida del sentido del olfato en diferentes partes de Europa —siendo imposible definir si es causado por un ataque terrorista, una epidemia o simplemente un estado evolutivo del hombre— y lo único que queda bien expuesto es que, conforme pase el tiempo, los otros sentidos se seguirán perdiendo.
A la par de esto se encuentra una pareja: Michael (Ewan McGregor), un chef de un prestigioso restaurante, conoce a Susan (Eva Green), una epidemióloga que trabaja en la investigación de las causas de esta “enfermedad” opresora de los sentidos. El enredo amoroso no tarda en suceder.
Se dice que cuando las personas pierden algún sentido, los restantes se agudizan. La fugaz relación entre Michael y Susan deja ver que sobre la marcha no hay tiempo que perder: hay que percibir lo más posible de las personas más cercanas; agudizar las sensaciones. La capacidad de adaptarse, ya sea a una situación social, física o personal, queda expuesta en esta cinta.
La fragilidad humana ante los cambios sociales, como los que vivimos hoy en día, es altamente perceptible en el filme. El rápido ritmo de vida y la manera en cómo nos desarrollamos en el mundo actual tan volátil me parece que es una idea bien cimentada. El metraje hace guiños una y otra vez a que el pilar sobre el cual se deberían sobrellevar las dificultades de la vida —sea o no la problemática del largometraje— es el amor.
Se tiene el mal gusto de que, al ver alguna película de amor, se tienda a caer en lo cursi, en el chiste fácil, o bien en una seguidilla de situaciones forzadas que expongan un río de acciones trágicas al estilo de Romeo y Julieta. Perfect Sense, en cambio, no ahonda en ello, ni en palabras poéticas ni en situaciones cursis. De forma única y original, el filme alimenta el sentido del amor a través de acciones comunes pero profundas, o que parecerían no tener un grado mayor; por ejemplo, basta recordar la escena en que Michael confiesa el abandono a su anterior pareja cuando ésta padecía de una enfermedad terminal. La yuxtaposición de los valores éticos y morales, a la comprensión y no enjuiciamiento de las acciones, se contrapone con la aún capacidad de entendimiento por parte de su pareja, es decir, más allá de un reclamo de pareja, ésta decide callar, guardar silencio.
En términos técnicos, la cinta tiene una estética particular con tonos grises. Curiosamente, siendo ésta una cinta de ficción, no hace uso de efectos especiales para dejar expuesto lo anterior. El uso de la voz en off para narrar el grado de reacción por los súbitos cambios, a la par de que en pantalla se ven escenas sobre los diferentes efectos que causa la pérdida de cada uno de los sentidos, es una herramienta que funciona muy bien. Así, el único sentido que parece permanecer en el filme después de esta catástrofe es el amor, que crece y se hace presente y verdadero cuando todo lo demás está perdido.
Be First to Comment