La Parka es un documental producido por el Centro de Capacitación Cinematográfica y dirigido por el cineasta y fotógrafo nicaragüense Gabriel Serra. Además de su valía intrínseca, este audiovisual ha estado en boca de muchos por haber sido nominado a los premios Oscar de este año en la categoría de Mejor Cortometraje Documental.
El argumento de la película nos sitúa en el rastro La Paz, ubicado en Los Reyes, Estado de México, donde observamos a Efraín Jiménez García, apodado “La Parka”, realizar su trabajo cotidiano: matar reses para su posterior proceso de distribución. Si bien el documental —narrado por el mismo Efraín en voz en off— comienza como un audiovisual sin una estructura clara, con una composición de imágenes entremezcladas donde destacan la cámara fuera de foco y encuadres en los que difícilmente percibimos a las reses en sus últimos momentos, es a partir de la narración de Efraín que todo comienza a adquirir un sentido más definido.
Desde mi punto de vista, el documental es importante en dos sentidos. El primero es el testimonio de Efraín, quien, a su mediana edad, nos narra cómo llegó a ejercer el oficio que vemos en pantalla: la necesidad de comer y mantener a una familia es la respuesta. Un punto interesantísimo del documental es la reflexión que Efraín hace sobre la muerte, dejando claro el sentido de humanidad que debería prevalecer en la sociedad actual (y que tanta falta nos hace en estos tiempos difíciles para el país), estableciendo una distinción clara entre el asesinato a placer y el que conlleva su trabajo. Este contraste adquiere mayor relevancia debido al limitado lenguaje de Efraín, lo cual, lejos de restarle fuerza, potencia la claridad y crudeza de sus ideas.
El segundo sentido en que recae la importancia del documental es en su composición visual, lograda a partir de la narración. Si bien podrían ser imágenes que, para muchos, parecerían violentas e incómodas, lo que Serra consigue con la cámara es generar destellos de belleza, como en el siguiente ejemplo:
Una imagen que podría parecernos una obra de arte abstracto, pero que no es más que un muro cubierto de sangre de estos animales.
Este logro de Serra —elevar a otro nivel el acto de mostrar la crudeza mediante una narrativa que prioriza la sensibilidad del espectador— es digno de reconocerse.
Llegada la parte final del documental, vemos al rígido protagonista convivir, aunque de manera aislada, con su familia —a excepción de una breve escena en un parque—. El documental de Serra vale como una profunda reflexión sobre la muerte, destacándose por la estética lograda gracias a la fotografía de Carlos Correa Reynoso, por su protagonista, “La Parka”, un personaje sombrío y anónimo —basta recordar su salida y llegada al rastro, siempre de noche y de madrugada—, y por el viaje abstracto sobre la muerte de las vacas, que de manera delicada recorren el rastro sin saber el fatal destino que les espera. La escena final enmarca este último aspecto con notable sensibilidad.
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