Este es el segundo largometraje del cineasta mexicano Sebastián del Amo, quien en 2012 nos presentó su ópera prima El fantástico mundo de Juan Orol. Para ser sinceros, la cinta es desastrosa; es un lamentable ejercicio por parte de Sebastián del Amo. Todas las virtudes que presentó en su ópera prima —como lo fueron una narrativa lineal pero efectiva y un guion dinámico en la medida de lo posible— son los elementos que, entre muchos otros, carecen en Cantinflas.
La cinta, al ser una biopic, relata la vida de Mario Moreno (Óscar Jaenada) desde sus inicios en las carpas veracruzanas en 1931, su encuentro con Estanislao Shilinsky (Luis Gerardo Méndez), su migración a la Ciudad de México en 1937, el salto al teatro y, posteriormente, su ingreso a la industria cinematográfica, hasta llegar a la entrega de los Globos de Oro en 1956. A la par de esta narración, se nos muestran las peripecias de Michael Todd (Michael Imperioli), director de La vuelta al mundo en ochenta días, cuyo principal objetivo es llevar a Cantinflas a esa producción. Esta parte del metraje se centra en el año 1955.
Cantinflas —como se esperaba— es una cinta condescendiente con la figura del cómico mexicano. Intenta ensalzar a Mario Moreno de manera ridícula —ya sea humillando a Marlon Brando en la entrega de los Globos de Oro, o siendo admirado por Charles Chaplin, ¡hágase el favor!—. Además, no problematiza cuestiones a todas luces evidentes, de modo que resulta sumamente acrítica, ya sea en la vida personal de Mario Moreno —como la problemática con su esposa al no poder tener hijos, resuelta de manera casi mágica— o bien, omitiendo su etapa de servidor público a través de sus cintas o su cercanía con el PRI.
La narrativa de la cinta es llevada en dos momentos, intentando darle una dinámica al filme; sin embargo, este recurso es ineficaz, al grado que para seguir el hilo de la historia el director tiene que guiarnos a través de recuadros donde se indican los años en que estamos ubicados. No obstante, la cantidad de veces en que la cinta se mueve en la línea temporal hace insuficiente este recurso.
Dentro de lo más lamentable del filme está la funcionalidad de los actores secundarios. Quizá el único que se salva es Luis Gerardo Méndez, quien en un breve momento de la cinta hace una crítica al star system de aquellos años. El resto funciona apenas como desfile de actores que interpretan a figuras del cine nacional: Joaquín Cosío como Emilio “El Indio” Fernández, Adal Ramones como Fernando Soto “Mantequilla”, Ximena G. Rubio como María Félix, y así una decena de actores en pantalla en una oleada de cameos insufribles, en verdad.
Por otro lado, Óscar Jaenada hace un trabajo estupendo; la interpretación de Cantinflas es lo mejor de la cinta —de hecho, es lo único rescatable—. El tono de voz, el lenguaje corporal y el cantinfleo se sienten muy naturales. Quisiera hacer hincapié en el manejo del tono de voz que ejecuta Jaenada, ya que interpreta a Mario Moreno en tres momentos distintos: el primero, como un cómico perteneciente a la clase baja; el segundo, en la interpretación del personaje del “peladito”; y el tercero, como un Mario Moreno perteneciente a la clase alta, ya estilizado. El cambio en el tono de voz entre cada una de esas etapas me pareció increíble.
La cinta, en sus primeros minutos, prometía mucho en cuanto al guion y a la fluidez narrativa, pero se vuelve una película insostenible porque no hay un hilo conductor. La película intenta narrar la vida personal, la vida profesional y la proeza de Michael Todd al mismo tiempo, pero ninguna de estas narraciones es homogénea y ninguna tiene una consecuencia que se sienta acorde a lo que se ve en pantalla. Son muchos temas y ninguno bien desarrollado. Lamentable.
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