El undécimo opus del director Jim Jarmusch es, acaso, una reivindicación y/o una reinvención del género de vampiros. Uno de los máximos exponentes del cine independiente nos ha regalado una película súper cool —para hablar en términos coloquiales— en la que, de manera estéticamente sobria, observamos el adolecer y el amor ex profeso de una pareja de vampiros.
La premisa de la cinta gira en torno a Eve (Tilda Swinton) y Adam (Tom Hiddleston), una pareja de enamorados vampiros que ha vivido por siglos y que, hoy día, se encuentra separada en la distancia, pero no emocionalmente. Eve viaja de Tánger a Detroit, donde Adam vive desolado, angustiado y consumido por la tristeza al ver cómo los “zombies” —los humanos— destruyen las formas de vida en las que él se había desenvuelto.
¿Por qué mencioné que esta cinta podría ser una reivindicación o una reinvención del género? Lo primero es sumamente claro: mi comentario va dirigido contra las infumables películas derivadas de Crepúsculo y las series inspiradas en esas novelas para teenagers (como The Vampire Diaries), donde el género ha caído en una condescendencia barata hacia el público adolescente.
Grandes obras derivadas del mito y de la novela de Bram Stoker no han quedado en el olvido: Nosferatu: una sinfonía del horror (1922), Drácula (1958) de Terence Fisher o la adaptación Bram Stoker’s Dracula (1992) de Francis Ford Coppola son cintas que respetan el mito y que marcan distancia respecto a sus antecesoras. Con esto quiero señalar que Jarmusch no parte del terror, sino del glamour, la sensualidad y la ternura para mostrarnos una cara nueva y distinta del mito vampírico, lo cual fundamenta mi segunda aseveración inicial.
Básicamente, esta obra aborda los problemas que los vampiros tendrían en el mundo actual. Es ahí donde se aleja de otras producciones del género: muestra las dificultades de vivir en un mundo moderno y las complicaciones derivadas de la decadencia contemporánea. Hablamos de problemas como la obtención de sangre limpia, por ejemplo. Y, respecto a la decadencia, basta recordar que para Adam los “zombies” son los humanos: esas criaturas muertas de cerebro, pero vivas, que destruyen el arte, el entorno y las relaciones humanas; en pocas palabras, el mundo entero. Fascinante.
Aunado a lo anterior, Jarmusch nos muestra otra faceta: la sensualidad y la sabiduría adquirida durante siglos. Adam, músico desde el siglo XVI, colecciona guitarras de la más exótica calidad y crea música desde el anonimato; mientras que Eve encuentra en la literatura más exquisita una forma de sobrellevar las noches en Tánger, aconsejada por un sabio John Hurt en el papel de Marlowe. A través de estos seres, paradójicamente, se nos ofrece un vistazo a la creación humana como un tesoro digno de preservar. No es casual que Adam nombre a sus instrumentos como personajes ilustres de la música, ni que Eve elija libros de la prosa más sobresaliente.
En contraste con esta vida de cautela y refinamiento, aparece Ava (Mia Wasikowska), “una jovencita” que no tarda en descontrolar la vida de los protagonistas. A través de ella, entendemos las dificultades de llevar un perfil bajo, de mantener los suministros de sangre de alta calidad y de sobrevivir en un mundo caótico. Para Adam y Eve, la evolución social del siglo XVI al actual es radical: hoy en día, beber sangre directamente del cuello de una víctima se percibe tan peligroso como tener sexo casual sin protección. No sabes qué enfermedad puedes encontrar; de ahí que las medidas que toman sean extremas.
Entre las manifestaciones actuales evocadas en el filme, destaca la importancia de la sangre de alta calidad, que más que una necesidad vital, es un momento de exquisitez casi adictiva. Basta recordar las escenas en las que prueban la sangre y experimentan una especie de trance, muy similar al de Renton en Trainspotting al inyectarse heroína. ¡Vaya momento!
Los nombres de los protagonistas están basados en Los diarios de Adán y Eva de Mark Twain, no directamente en el mito religioso —aunque funcionan en ambos sentidos—. Respecto al estilo visual, Jarmusch logra una película sumamente sobria: casi siempre hay una melodía de fondo, a veces muy rockera y otras veces clásica, perfectamente ad hoc al momento. Además, el estilo de los vampiros —con su crepé en el cabello, lentes oscuros, atuendos de última moda o de estilo vintage— es un acierto total.
Sin duda, en mi opinión particular, Only Lovers Left Alive es una de las mejores cintas del género de vampiros, quizá desde la ya mencionada Bram Stoker’s Dracula. Para Jarmusch, las convenciones impuestas por el género, aunque respetadas, son utilizadas para dar a entender la magnificencia de estos seres, enfrentándolos a la modernidad. Estos vampiros, como los humanos que alguna vez fueron, sienten, se nutren de la cultura y respetan, hasta cierto punto, el sentido de la vida humana. Porque, como los vemos… sólo los amantes sobreviven.nten, se nutren de la cultura y respetan, hasta cierto punto, el sentido de la vida humana. Porque como los vemos… sólo los amantes sobreviven.
[…] deseo e incertidumbre. Louis-Seize filma con un humor seco que evoca a Jarmusch —en especial Only Lovers Left Alive (2014)—, logrando mantener el equilibrio entre el drama y una comedia discreta. En esa misma […]