Película dirigida por Nicolas Winding Refn, en su octavo largometraje, nos muestra una historia estéticamente innovadora en cuanto al uso de las luces; es decir, la fotografía es atractiva. Violencia y sensibilidad se conjugan dentro de un drama que es un buen ensayo noir.
La premisa de la cinta comienza mostrándonos a un stuntman sin nombre, interpretado por Ryan Gosling, que es contratado por unos tipos que requieren sus servicios como conductor excepcional para sacarlos libres de un “asunto” nada legal. La condición solitaria del conductor sin nombre es el pretexto perfecto para que se desarrolle una atracción entre este y su vecina Irene (Carey Mulligan). Así, la relación sentimental, que incluye al hijo de Irene, se hace cada vez más estrecha, y llegado un punto hace su aparición un personaje más de la cinta: Standard (Oscar Isaac), personaje del que deriva un conflicto con quienes eran sus protectores dentro de la cárcel, de la cual acaba de salir. El pago de la deuda posteriormente se convierte en una venganza por parte del conductor hacia aquellos que exigían el pago de dicho contrato.
Los puntos fuertes de la película son varios; el primero de ellos es la estética súper estilizada. Basta recordar la escena dentro del elevador mientras los protagonistas se besan: el juego de luces para indicar un momento sobresaliente es una proyección por demás onírica. Lo mismo ocurre con el uso de las luces de neón que llenan de lucidez momentos de encuadres que intencionalmente buscan la perfección. Ejemplo: cuando el conductor se asoma al restaurante del cual sale Nino para posteriormente ser perseguido. Otro punto importante es la banda sonora, compuesta por Cliff Martinez, que transita entre el electrónico-pop hasta canciones bohemias de corte ochentero. La música por sí sola no tendría ninguna función esplendorosa si no fuera fundamentada con las imágenes; ahí está la coyuntura, la cual proyecta al filme a niveles superiores. Así, somos partícipes de momentos significativos desde el inicio: la secuencia inicial del robo o bien la presentación de los créditos.
Aunado a la depuración estética están los momentos de acción, que están hechos con sumo cuidado y tienen una especie de ambivalencia; he ahí donde el personaje de Gosling funciona muy bien: inexpresivo, puede entrar a martillar la mano de un delincuente y dejar el escenario inmutado. Imágenes que impactan y que quedan contenidas en el estilizado momento creado por Winding Refn. Un año después, en Only God Forgives, este ensayo quedaría ejecutado de mejor manera. Porque, si bien aquí hay un depurado ejercicio previo, los personajes no están del todo definidos o bien se le escapan de las manos a Refn, y lo digo por el contraste desfasado entre el conductor “enamora vecinas” y el asesino que no duda en destrozar un rostro frente a su amada.
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