Como seguidor del cine de Sofia Coppola, considero que sus películas tratan sobre los privilegios sin poder. Este tema lo ha explorado no solo a través de personajes femeninos, sino como una faceta de la feminidad misma. Las posiciones y los lujos que disfrutan sus personajes tienden a provenir de su proximidad a hombres capaces de otorgárselos: son esposas (“Lost in Translation”, “Marie Antoinette”), hijas (“Somewhere”, “On the Rocks”), u objetos y fuentes de deseo (“The Virgin Suicides”, “The Beguiled”). Son historias sobre mujeres elegidas, mujeres que han sido educadas para ser apreciadas por su estatus, belleza, delicadeza, juventud y fecundidad. Priscilla no es la excepción: Coppola retrata el infierno que vivió la esposa de Elvis Presley como un sueño rosa de algodón de azúcar del que eventualmente despertará, como en todas sus películas, ya sea por ser lastimadas por un hombre o por una presión social que ronda la idea de ser mujer.
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