Longlegs

Desde el comienzo, ‘Longlegs’ establece su tono con una secuencia que probablemente sea la más impactante de la película. Presentada como una película casera proyectada en una sala familiar, el flashback nos sitúa en la perspectiva de un infante que presencia una escena perturbadora frente a una casa remota. Este recurso no solo atrapa al espectador, sino que muestra el manejo de Oz Perkins del punto de vista y la atmósfera, envolviéndonos en una sensación de pesadilla cinematográfica que se prolonga a lo largo del filme.

Uno de los mayores logros de ’Longlegs’ es la capacidad de su director para crear una estética visual inquietante. Perkins utiliza motivos recurrentes de simetría obsesiva y cambios en la relación de aspecto para evocar diferentes épocas y sensaciones. Los flashbacks de los años 70, por ejemplo, se presentan en un formato visual más restringido, reminiscente de grabaciones caseras, mientras que la historia principal en los 90 se despliega en una pantalla panorámica que contrasta con la claustrofobia inicial. A medida que Harker se adentra en lo satánico, la película se llena de ángulos y triángulos —creados al encuadrar esquinas de habitaciones o resaltar el zigzag de una escalera—, muchos de ellos apuntando hacia abajo, una alusión sutil al diablo, a quien Longlegs llama irónicamente “el hombre de abajo”. Incluso la estructura de la película refleja esta geometría, con la historia dividida en tres capítulos. Hay una elegancia inesperada en esta representación del mal inimaginable, creando una capa extra de significado.

A pesar de estos puntos a favor, el guion no siempre consigue mantener el equilibrio. En algunos momentos, especialmente hacia el final, Perkins se inclina hacia una explicación demasiado directa y explícita de los acontecimientos. Las pesadillas no requieren una lógica exhaustiva, y el intento de aclarar lo que ha sucedido en la última hora rompe con el tono onírico y febril que había dominado hasta ese punto. Es un tropiezo que afecta el flujo narrativo y debilita el impacto del clímax.

La interpretación de Maika Monroe es otro de los aspectos sobresalientes de ‘Longlegs’. Monroe, conocida por su trabajo en películas como ‘It Follows’ y ‘Watcher’, se destaca como una de las mejores actrices de género de su generación. En el papel de Lee Harker, una agente del FBI descrita como “altamente intuitiva” y con un toque psíquico, Monroe aporta una mezcla de vulnerabilidad y fuerza. Aunque el guion no explora a fondo las habilidades únicas de su personaje, su actuación mantiene el interés del espectador, incluso en los momentos en que la trama pierde foco.

La relación entre Harker y el antagonista Longlegs, interpretado por Nicolas Cage, añade una capa de tensión. Cage, encarna a un asesino en serie con obsesiones perturbadoras, incluyendo el glam rock y lo sobrenatural. Sin embargo, a pesar de su sobresaliente actuación, la película no logra aprovechar completamente este antagonismo. La construcción del personaje de Longlegs es inquietante, pero sus motivaciones y acciones se sienten desconectadas de la narrativa central en algunos momentos, lo que impide que el enfrentamiento con Harker tenga el peso emocional que debería.

En algunos círculos, ‘Longlegs’ ha sido comparada con clásicos del cine como ‘El silencio de los inocentes’ o ‘Seven’, pero tales comparaciones no hacen justicia al filme. Aunque la película tiene sus méritos visuales y atmosféricos, su guion carece de la precisión narrativa de esas obras maestras. A pesar de estos fallos, ‘Longlegs’ sigue siendo una película interesante de ver para los fanáticos del cine de horror y los thrillers psicológicos. La atmósfera que crea Perkins, junto con las actuaciones sólidas de su reparto, especialmente la de Monroe, la convierten en una experiencia visualmente entretenida. 

Mtro. En Historiografía y cinéfilo.

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