En 2016, en el marco de las conferencias sobre Novelas Mexicanas organizadas por El Colegio Nacional, Juan Villoro habló sobre la novela ‘Pedro Páramo’: “En Juan Rulfo, a través de su novela ‘Pedro Páramo’, encontramos un uso mítico del tiempo; es un tiempo circular, un tiempo que da la vuelta. Es un pasado siempre actual. Las cosas ocurrieron, pero siguen ocurriendo. Los sucesos se repiten. La historia comienza con la búsqueda del origen […] Lo que va pasando en el mundo de Comala nos llega de forma desordenada. ¿Por qué? Porque estamos ante una especie de tiempo virtual. Hoy en día, a través de internet, podemos entender que internet es una especie de cripta de voces, de cripta de mensajes en donde todo puede tener un presente. Podemos descubrir una canción de Jim Morrison de los Doors al mismo tiempo que una canción que se acaba de colgar el día de hoy. Hay un presente actual en esta virtualidad de internet. Rulfo, construye una virtualidad semejante, donde todos los sucesos tienen la condición de un pasado siempre actual. Unos ocurrieron antes, otros después, pero esto no importa porque no se arman de forma lineal. Es un tiempo que está dando la vuelta, que está siempre circulando sobre sí mismo”.
Esta condición de “simultaneidad” es quizá uno de los principales retos para quienes intentan trasladar la obra escrita de Juan Rulfo al mundo audiovisual. ¿Cómo contar una historia que no tiene un orden definido? ¿Cómo narrar una historia en la que todo y nada ocurre al mismo tiempo?
En 1967, el director Carlos Velo optó por una narración lineal doble entre la narración de hechos de Juan Preciado y de Pedro Páramo, intentando replicar ciertos pasajes del libro en el orden en que fueron escritos. En 1978, José Bolaños utilizó pasajes finales de la novela para iniciar su narrativa fílmica, trasladando los hechos de una forma libre y muy distinta a la obra original. En la adaptación más reciente, Rodrigo Prieto decidió enfocarse en el momento crucial de la novela, en el que el narrador muere a mitad de la historia, dejando el relato a las voces de los muertos.
Esta nueva versión de Prieto enfrenta las ventajas y desventajas de los avances técnicos y tecnológicos de nuestro tiempo. Dichos avances le han permitido al otrora cinematógrafo de ‘Barbie’ (2023) apostar por una narración más fiel al espíritu del libro, más cercana, en esencia, a la versión de Carlos Velo de 1967. Existen detalles que antes no se habían logrado representar, como el cabalgar de un caballo fantasmal, las transiciones entre espacios con la atmósfera onírica que marca el umbral entre la muerte y el más allá, o el uso puntual del diseño sonoro en momentos icónicos de la novela.
‘Pedro Páramo’, en su versión escrita, exige un lector dispuesto a acompañar y rendirse ante el autor, permitiéndole llevar la narración por donde él quiera. En el caso de las adaptaciones cinematográficas, parece predominar lo opuesto: disfrutar la versión en pantalla sin interpretaciones propias. Hay tantos detalles de plasticidad y atmósfera que parece imposible lograr una versión fílmica que agrade a todos. Personalmente, ninguna adaptación me ha satisfecho por completo, aunque encuentro elementos rescatables en cada una de ellas. De la versión de Rodrigo Prieto me quedo con la atmósfera de pesadilla, con la noche oscura de Comala en la que habita Juan Preciado.
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