DE TAL PADRE, TAL HIJO (2013)

El largometraje del director japonés Hirokazu Koreeda (Caminando aún, 2008) atraviesa el arco narrativo de un melodrama con arrojo y audacia. De tal padre, tal hijo es una obra mayor.

La historia se centra en la familia Nonomiya, conformada por tres integrantes: Ryota (Masaharu Fukuyama), quien es el jefe de familia, dedicado al trabajo y al progreso personal a partir del esfuerzo y la dedicación diaria; Midori (Machiko Ono), su esposa, dedicada a las labores del hogar y a apoyar a su hijo en la escuela; y Keita (Keita Ninomiya), un niño de seis años que, a pesar de su corta edad, es estrictamente influenciado por su padre para estudiar y realizar actividades extracurriculares, como tocar el piano.

El argumento puede resultar difícil de imaginar: después de seis años, el hospital donde nació Keita llama a la familia Nonomiya para informarles que Keita no es su hijo biológico. El hospital acepta la responsabilidad de lo ocurrido y reúne a las familias afectadas para proponer, si ambas partes están de acuerdo, un intercambio de niños.

Las disparidades entre las familias son enormes: por un lado, los Nonomiya tienen un alto poder adquisitivo, mientras que la otra familia pertenece a la clase media. Es en este punto donde se plantea el debate sobre la confrontación entre la naturaleza humana y la construcción de vínculos sociales —afectivos, personales y culturales—.

Cuando Ryota se entera de que Keita no es su hijo biológico, su primera reacción es decir: “Ahora lo entiendo”. Así es, ahora comprende por qué Keita no es un niño a su semejanza, por qué no tiene constancia en las actividades diarias, como tocar el piano. Surge entonces la gran pregunta: ¿qué pesa más, seis años de convivencia diaria o el lazo consanguíneo? En una escena en la oficina, el jefe de Ryota le dice: “¿Tu sangre? Esa es una idea antigua”. Koreeda apunta a las tradiciones y formas de pensamiento que hoy parecen haber quedado atrás, y para muestra, lo siguiente:

Durante un fin de semana en que ambas familias se reúnen para establecer lazos con los niños, Yudai, el padre biológico de Keita, cuenta la anécdota de cómo su padre volaba cometas con él, señalando lo difícil que era hacerlas volar en aquellos días. Ryota responde: “Mi padre no era de los que volaban cometas con sus hijos”, a lo que Yudai replica: “Claro, pero nada te obliga a actuar como lo hizo tu padre”. El cambio de mentalidad y de concepto sobre la paternidad se establece claramente. Estos argumentos adquieren mayor fuerza si recordamos que la cultura japonesa está profundamente arraigada en sus tradiciones y formas de pensamiento.

Quizá quienes piensen que el melodrama carece de profundidad encuentren en esta cinta la perfecta refutación de esa idea. Sin duda, el arco narrativo va de “a” hacia “b” con suma delicadeza y audacia. En su sentido más superficial, De tal padre, tal hijo nos remite al significado de la paternidad; sin embargo, su discurso va más allá: es un ensayo sobre las formas culturales y de convivencia que imperan hoy en día, y que en muchas ocasiones rompen con lo establecido.

Quizá Hirokazu Koreeda no sea tan llamativo en su estilo visual como Wong Kar Wai, pero en términos cinematográficos, la estética de esta cinta es sobresaliente, con planos abiertos y movimientos de cámara perceptibles pero nunca bruscos, logrando así un resultado portentoso. Aún mayor es la proeza de que, sin un clímax claro —quizá el momento en que Ryota observa el trabajo fotográfico de Keita y estalla en llanto pueda considerarse clave—, Koreeda logre que su obra reflexione sobre sí misma, y claro, sobre nuestras prácticas socioculturales.

Mtro. En Historiografía y cinéfilo.

Be First to Comment

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *