EX MACHINA (2015)

Hoy día la búsqueda por nuevos temas que el cine intenta explorar son tan variados como redundantes, en lo que respecta a la ciencia ficción de las últimas décadas ha imperado un tópico que podría considerarse cliché y trillado: Los problemas que la inteligencia artificial puede ocasionar en la sociedad.

Este tópico lo hemos visto plantado de manera precisa y concreta en cintas como I, Robot, sin embargo lo ejemplos son mayores pero hoy mencionaré sólo los más cercanos a mi memoria, como son la ya mencionada cinta de Alex Proyas; I.A. la fabulosa obra de Steven Spileberg y la recién estrenada en México Autómata (deficiente cinta), las tres tienen en el fondo un común denominador: La dificultad de relacionarse del ser humano ante las maquinas y el desarrollo y desenvolvimiento de las maquinas en un entorno humano. Lo triste es la repetición no sólo de argumento sino también del desarrollo narrativo que existe por lo menos entre I, Robot y Autómata: una copia simplona  de ésta última sobre la primera.

Ante todo esto, cada una de estas películas están fundamentadas -casi como por autoridad inquebrantable- en las reglas de la robótica de Issac Asimov que implemento en su libro I, Robot. Ante lo anterior: ¿Qué representa o representaría una conciencia y el uso del razonamiento propio de una maquina en un entorno humano? es acaso, la pregunta más frecuente a resolver en estas cintas.

Ex machina  está inmerso en el mismo cuestionamiento, sin embargo, explora ese mundo desde un enfoque distinto. Ex machina cuenta la historia de Caleb un programador de una empresa transnacional, un navegador de internet, que es el principal motor de búsqueda en el mundo. (Un google por así decirlo). Esta impresa es liderada por Nathan (esplendoroso Oscar Issac) quien ha organizado un concurso en el cual Caleb es ganador y como premio tiene una semana de convivencia  experimental con Nathan. Que tiene como objetivo final analizar los resultados de una prueba de Turing, aplicada a Caleb y AVA, un(a) robot con conciencia propia de sí misma.

Lo que interesa aquí es que a diferencia de las películas ya citadas y Ex machina, por su parte la que titula este post ha sobrepasado el problema que plantean las películas anteriores: La reacción del hombre ante la conciencia robótica. Para el director, esta cuestión ya es algo imprescindible, lo que busca el experimento y lo que la cinta logra es envolvernos en una atmosfera en donde damos por hecho la ficción que vemos, desde los primeros minutos sabemos que el experimento está dirigido hacía una relación afectiva entre uno y otro personaje (robot-humano), lo que está en el fondo de la cinta es entendernos como una sociedad inmersa en un mundo tecnológico, vaya, alegoría a Citizenfour (Poitras, 2014) en donde el uso de los datos de navegación está siendo utilizados para discernir el comportamiento humano. O bien ese momento en que entendemos que la maquina a superado a hombre haciendo inútil su desarrollo en la tierra. Apocalipsis cibernético, en su esplendor.

Todo este desarrollo temático está enmarcado en una fotografía muy bien realizada por Rob Hardy, que hace relucir y pone en la mira a su director: Alex Garland, puesto que esta ópera prima pone la expectativa alta de lo que puede realizar este nobel director en un futuro. Al menos deja enmarcada en la memoria aquella rebelión de AVA llegada el final de la cinta, bailes  a la luz del rojo intenso, y giros argumentales que sorprenden de manera agradable aunque no de manera rotunda. Haciendo una direccional actoral destacada por parte de Alicia Vilkander y Oscar Issac -revelándose como un actor importante: Véase A most Violent Year e Inside Lewis Davis-. Hay cintas memorables del sci-fi, ya sea basadas en novelas o no, lo que pedimos (o al menos yo lo hago) hoy día en el cine, donde los temas terminan siendo un cliché es que la frescura se haga a través de nuevas perspectivas y que se aporte algo al cine en sus distintas aristas, bien por Alex Garland.

 

Mtro. En Historiografía y cinéfilo.

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